martes, 5 de junio de 2012

La cita es en la cima de la desesperación.
Pero allí el encuentro no sucede nunca
porque uno está sólo en la cumbre interna,
contemplando el abismo con las manos extendidas.

Pero hay fe y hay intuición 
que acaso son la misma cosa,
de que alguien me tome suavemente de los brazos
y me ayude a caer, plenamente.


Y al cerrar los ojos en la búsqueda de impulso
la triste imagen en un espejo se aparece
reflejando los torpes actos de mis días
devolviéndome a la patética existencia.


De nuevo ahora en la vigilia que aquí y en el espejo
son bosquejo del insomnio tormentoso.


Vengan ahora las llamas desde el fondo
a convertirme en carbón, en viento en aire.

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